La exposición al ruido en nuestro lugar de trabajo puede dar lugar a estrés, cansancio, afectar a nuestro estado de ánimo,  reducir nuestra productividad e incluso afectar a nuestra salud y a nuestra seguridad.

Con el objeto de proteger al trabajador de la exposición al ruido, en 2006 se aprobó el Real Decreto 286/2006, en el que se establecen los requisitos a cumplir por las empresas en el caso de que la exposición diaria del trabajador supere los 80 dB(A) o esté expuesto a ruidos impulsivos que superen los 135 dB(C), el resto de casos quedarían exentos.

Pero, ¿esto quiere decir que estar sometidos a niveles sonoros inferiores a dichos límites en nuestro puesto de trabajo no supone un riesgo laboral?

Cada puesto de trabajo tiene una historia y que mejor forma de conocerla que de la mano de sus protagonistas:

Jennifer, Monitora de Matinera. Mislata – 2018

Los que trabajamos con niños asumimos muchas cosas: risas, abrazos, rabietas, cantos, saltos… Toda esa felicidad, enfado, euforia se traduce en algo: ruido.

Un ruido que es como un martillito que te golpea flojito, pero que conforme más te golpea, el daño crece exponencialmente.

El ruido te cambia. A primera hora, cuando no hay ruido un: “Jenny, ¿te canto algo?” se recibe bien y dices “A ver qué bien cantas”.

Pero conforme avanza la hora, las celebraciones del juego son más fuertes, los enfados aumentan, alguien imita un tambor, choca fuerte el coche contra la pared o toca la flauta… La simpatía se diluye, la paciencia merma…y ya no quieres canciones, ya no puedes comprender excusas, y cuesta entender las explicaciones; quieres poder pensar sin ese martillito y atenderles lo mejor posible cuando te dicen: “Jenny, ¿sabes qué?”…

Y a los niños les pasa exactamente lo mismo. Comparten esa sensación de no poder hacer nada, de irritabilidad, de molestia. Cuanto más grita uno, más gritan todos y entramos en el mismo círculo de ruido-desagrado-grito-ira.

Hasta que, por lo menos yo, llego a casa y digo: “Silencio. GRACIAS”.

El ruido nos afecta a todos pero “todos” generamos ruido. Por este motivo, las mejores herramientas para reducir el ruido en el ambiente laboral son el acondicionamiento acústico de los recintos y la sensibilización de la sociedad sobre la problemática de los ambientes ruidosos.